Francesco Tonucci: "Los deberes son una equivocación pedagógica y un abuso"
El pedagogo italiano presentó en Santiago la edición en gallego de su clásico "La ciudad de los niños". Tonucci, en una entrevista concedida en el 2012 a La Voz también dejó este sorprendente titular que ha hecho reflexionar a muchos
Por Antonio Sandoval
Entrevista publicada originariamente en La Voz de Galicia el 12 de abril de 2015
Hablamos con Francesco Tonucci (Frato) en un restaurante del centro compostelano, sobre una mesa de madera oscura que sus manos acarician mientras va eligiendo con esmero las palabras con que va respondiendo, en castellano, a nuestras preguntas. Aprendió este idioma por sà mismo durante sus incontables viajes a España y Sudamérica. En una ocasión, en Argentina, llegó a dirigirse a 13.000 personas en un estadio.
Tonucci nació en Italia en 1940. Graduado en PedagogÃa en 1963 (Universidad Católica de Milán), trabajó como maestro. Desde 1991 realiza en su ciudad natal de Fano el proyecto La Ciudad de los Niños. Es asesor cientÃfico del proyecto El Museo de los Niños, de Roma, y de otras entidades vinculadas al Proyecto Internacional de la Ciudad de los Niños, que se está desarrollando en Italia, España y varios paÃses latinoamericanos. Ha estado en muchas ocasiones en Galicia. Esta vez ha venido para compartir sus ideas con un nuevo libro bajo el brazo: la edición en gallego de su clásico La ciudad de los niños, publicado por Kalandraka.
Esa misma mano que acaricia la mesa como con curiosidad de ebanista estaba hace un rato escribiendo y dibujando dedicatorias en los ejemplares de una cola infinita de lectores entregados. La presentación de su obra ha abarrotado como nunca el salón de actos de la Facultade de Ciencias da Educación de la Universidade de Santiago. Incluso se han fletado autobuses desde A Coruña.
"Este es un proyecto polÃtico, no educativo", ha comenzado explicando. Para apoyar su mensaje ha citado a san AgustÃn y a otros pensadores clásicos, pero sobre todo a niños. Niños con quienes ha dialogado sin prisa a lo largo de sus viajes. Charlar con él aviva en cualquier ánimo sensible el compromiso personal con tantos cambios como son necesarios.
-¿Qué pueden hacer los niños por la ciudad?
-Es una pregunta aparentemente pequeña, pero que implica muchas cosas. Lo primero es estar presentes. Hoy uno de los aspectos más preocupantes de la ciudad es la desaparición de categorÃas sociales: niños, niñas, ancianos, discapacitados... No se ve por las calles niños de en torno a los 12 años jugando. Esto empobrece mucho.
- ¿En qué sentido?
- En su ausencia nos portamos peor, como demuestra por ejemplo cómo funciona el tráfico. La presencia de niños hace la ciudad más segura, pues nos obliga a un mayor control, y también más bella y vivible. Otra cosa que pueden hacer es participar en el gobierno municipal con sus ideas. Es decir, aportar su punto de vista en las decisiones y cambios. Una ciudad buena debe ser para todos. Normalmente, cuando los adultos pensamos en "todos" pensamos solo en "todos los adultos", olvidando a ancianos, discapacitados y niños. Por eso la actitud de los niños es una gimnasia importante de democracia para los administradores.
-¿Por qué es el juego tan importante?
-Por dos razones. Una, porque si un niño no juega no crece, no se desarrolla, no aprende. Una ciudad democrática debe preocuparse por el bienestar de todos, pero en especial por el bienestar de los niños. Son ciudadanos, pero no disponen de los instrumentos de que sà disponen la mayorÃa de los ciudadanos adultos, y por tanto dependen de nosotros. En segundo lugar, el juego es una forma de presencia de alto nivel porque los niños, al jugar, ejercitan la etapa más importante de su desarrollo. Cuando a Freud le preguntaron cuál fue el año más importante de su vida, él respondió: "Sin duda, el primero". Asà es también para nosotros. La principal actividad con la que creamos los cimientos sobre los que luego construiremos nuestra vida es el juego. No es casualidad que la Convención de los Derechos de los Niños dedique a la escuela y al juego dos de sus artÃculos, el 28 y el 31.
-Pero a veces hay que hacer los deberes?
-La escuela deberÃa estar sumamente interesada en que los niños jueguen. Las experiencias pueden y deben ser comunicadas en el colegio. Por eso yo tengo una pelea desde hace muchos años contra los deberes de casa. La escuela deberÃa pedir a los niños: "Por favor, debéis jugar para poder traer mañana experiencias". En esto hay que comprometer también a las familias. A menudo crean para los niños agendas más apretadas que las de los mayores.
-Parece clara su opinión acerca de los deberes escolares...
-Los deberes son una equivocación pedagógica y un abuso. Nunca consiguen el resultado que la escuela presume. DeberÃan ser una ayuda para los más débiles pero estos no son tan capaces de acometerlos, y además en casa a menudo no encuentran ayuda, pues pertenecen a familias de bajo nivel social y cultural. AsÃ, quienes más aprovechan los deberes son los que menos los necesitan: aquellos que tienen familias que les pueden ayudar. La Convención habla del derecho a la escuela y al juego. ¡DeberÃan ser reconocidos como dos con el mismo peso! Si la escuela ocupa la mitad del dÃa, la otra mitad no deberÃa ser suya, sino de los niños.
-¿Qué opinión le merece la nueva Lomce?
-No la conozco en profundidad, pero cuando me la enseñaron y leà el prologo, dije: "Una cosa asà no puede pasar en un paÃs occidental en el 2013". Tiene algunos contenidos que están totalmente en contra de toda la teorÃa pedagógica. Me asombra que un ministro tenga el valor de presentarla. Que en el prólogo se hable de que la competitividad sea el motor del aprendizaje es impresionante. Creo que todos los que se dedican a la educación están de acuerdo en que la escuela debe ser un lugar en el que se educa en la cooperación y no en la competitividad. Por otro lado, la desconfianza que manifiesta hacia la educación infantil, no considerándola casi a nivel educativo, está en contra de todas las teorÃas pedagógicas.
-¿Y cuál puede ser el impacto de esta nueva ley?
-Yo pienso que las leyes tienen muy poco que ver con los cambios, ni en positivo ni en negativo. Asà como las buenas leyes que tuvimos en Italia no consiguieron cambiar significativamente la escuela para mejor, no creo que esta otra, que considero una mala ley, pueda incidir mucho en empeorar la escuela. El dÃa que nuestros paÃses decidan de verdad que quieren garantizar a todos los niños una buena escuela, dejarán de pensar en reformas legales y se dedicarán exclusivamente a la formación de los maestros. La garantÃa de una buena escuela son unos buenos maestros. El derecho al estudio que sostiene el artÃculo 28 de la Convención de los Derechos del Niño no significa tener derecho a un banquito y una silla, sino a un buen maestro o una buena maestra.
-¿Cuáles serÃan las claves para convertir una ciudad en más habitable?
-Una es la posibilidad para todos los ciudadanos de moverse libremente en su propia ciudad. Esto es lo que precisa un cambio más profundo: pasar de una ciudad de «prioridad coches» a una de «prioridad peatones». Es decir, cambiar las prioridades. Esto conecta con el tema del espacio público. Hay que recuperar la idea de que lo que convierte un conjunto de casas en una ciudad es el espacio público, que debe ser de todos.
-¿Qué más?
-Hay que renunciar a dedicar espacios especÃficos para distintas categorÃas. Esto es una forma de marginación. Estoy pensando en concreto en los parques para niños. El lugar de juego debe ser para los niños un lugar elegido, no obligatorio. Deben poder elegir, según su juego, si van usar la acera, una plaza, un jardÃn o un paseo. Las ciudades pueden ahorrar mucho dinero si en lugar de dedicarlo a espacios de ese tipo lo destinan a espacios públicos que sean buenos para todos.
-¿Y en qué consistirÃa ese ahorro?
-Un parque para niños se convierte por la noche en un lugar para drogadictos y vándalos: no sirve para nada. Una plaza o un jardÃn pensados para que sean lugares verdaderos y buenos en cada hora del dÃa y de la noche son lugares aprovechados para ancianos, para familias con bebés, para niños, para jóvenes. Asà se convierten en lugares vigilados, nunca abandonados. Otra clave más es escuchar a los niños. Los niños no son mejores que nosotros, pero sà distintos. Una ciudad democrática escucha a los niños porque necesita conocer su otro punto de vista.
-La ciudad aleja la naturaleza de los niños?
-Mi metáfora en el comienzo de La ciudad de los niños es que una vez el bosque era el lugar del miedo, y la ciudad el de la seguridad. Ahora estamos mitificando el bosque, considerándolo el lugar de la naturaleza, y la ciudad se ha vuelto hostil. Soñamos con la naturaleza y nos asustamos del lugar donde vivimos. Tanto que nos encerramos en casa defendiéndonos con puertas blindadas e impidiendo a los niños salir, para defenderlos de peligros que solo conocemos por la televisión y que no se corresponden con la realidad de nuestros barrios y ciudades.
-¿Qué propone?
-Yo creo que las ciudades tendrÃan que hacer sitio a la naturaleza con más espacios verdes públicos y con huertos y jardines escolares, acostumbrando a los niños a criar animales y cultivar productos. Hay además que recuperar un encuentro con la naturaleza animando a las familias a salir de casa para conocer el bosque, considerándolo como un importante taller educativo.
-¿Qué asignaturas sobran y cuáles faltan para que el niño se conozca mejor a sà mismo y su entorno?
-El artÃculo 13 de la Convención de los Derechos del Niño dice que los niños tienen derecho a expresarse en todas las formas: literarias, cientÃficas, artÃsticas... Las elegidas por ellos. Yo siempre me pregunto: ¿sabe esto la escuela? Loris Malaguzzi, director e inventor de las escuelas de Reggio Emilia, dice que los niños tienen cien maneras de pensar, de soñar... pero les roban 99.
-¿Quién se las roba?
-Yo creo que la escuela tiene mucha responsabilidad. Roba 99 proponiendo solo una. Las propuestas de la escuela son muy reducidas, solo son adecuadas para unas pocas personas: para las que nacen con vocación literaria, matemática o cientÃfica. Quienes nacen artistas, artesanos, deportistas, bailarines... no se encuentran reconocidos en esta escuela, y fracasan.
-¿Cuáles son las ciudades que más empiezan a parecerse a sus propuestas?
-Hoy en dÃa yo hablo mucho de Pontevedra. Ha hecho un camino bastante rápido para asumir estas caracterÃsticas de una ciudad para todos. Para ello ha asumido a los niños como parámetro. El cambio de diseño de las calles, como por ejemplo hacer más anchas las aceras hasta asumir como medida la de dos personas con el paraguas abierto, significa pensar una ciudad primero para la gente y después para los vehÃculos.
-Eso parece obvio.
-SÃ, pero es casi revolucionario. Con todos estos cambios, hoy Pontevedra puede invitar a los niños a ir a la escuela sin adultos, porque está diseñada de manera que los niños están bastante protegidos. Es una ciudad en camino. No ha llegado, pero el camino es correcto. Espero que pueda seguir adelante.